domingo, 29 de enero de 2012









4-EL VESTIDO, LOS ADORNOS Y EL PEINADO.

Gracias al testimonio de la escultura y de la pintura de los vasos cerámicos, conocemos cómo se vestían los griegos y los romanos. Gracias a ello, sabemos que la indumentaria era extremadamente sencilla, tanto por sus materiales como por su diseño.

Los tejidos que más se utilizaban era la lana y el lino; la seda no se utilizó hasta bastante tarde.

El color de los tejidos variaba según el gusto y las posibilidades económicas del usuario: los pobres preferían ropas pardas (menos sucias); los adinerados ropas blanqueadas por los bataneros o teñidas de vivísimos colores.

A)GRECIA.

Durante el período histórico, el vestido de hombres y mujeres era esencialmente el mismo, ya que se componía en ambos de dos piezas principales: una interior y otra exterior. La interior era la túnica o quitón y la exterior el manto o himatión.

Las mujeres comenzaban su atavío diario poniéndose una banda de tela para sujetar el pecho y, encima, una túnica que podía adoptar dos formas: peplo y quitón. El primero era de lana y no tenía mangas, llevaba uno de los costados abiertos y se sujetaba a los hombros mediante broches. El segundo era de lino, tenía mangas y estaba cosido.

Los dos se ajustaban al cuerpo por medio de un cinturón o dos, como en el caso del quitón, que llevaba uno debajo del pecho y otro en las caderas.


El uso del peplo quedó restringido a las mujeres sencillas del pueblo, en tanto que las atenienses acomodadas alternaban el peplo con el fino quitón.

El himatión era un cuadrilátero o pieza oblonga de telas y solían ajustarlo: un ángulo se sujetaba con una mano, haciendo pasar la tela de atrás hacia adelante sobre el hombro izquierdo y arremangándola bien entre el brazo y el costado izquierdo; después con la derecha, y sujetando el ángulo opuesto al anterior, se terciaba la tela por la espalda, de modo que la parte más baja pasara por las piernas a media pantorrilla.

Además de estas ropas, los hombres, especialmente soldados, jóvenes y ricos, acostumbraban a llevar la clámide, que era una capa rectangular corta, normalmente teñida de púrpura, que se sujetaba con un broche sobre el hombro derecho.

En cuanto al peinado, los griegos homéricos usaban los cabellos largos, pero la regla fue la de usar cabellos cortos para los hombres durante el período histórico. Las mujeres se hacían peinados de muy variado y complicado estilo.

En Esparta los niños llevaban la cabeza rasurada y los adultos cabellos largos. En Atenas sólo los esclavos se afeitaban la cabeza; los hombres libres llevaban el cabello bastante corto desde que alcanzaban la edad adulta, ya que consagraban su cabellera a los dioses. La barba, relativamente larga, se recortaba en óvalo o en punta.

Las mujeres dejaban crecer sus cabellos, aunque los sujetaban en forma de moños o con cintas, siguiendo generalmente diseños de peinado complicados; se los cortaban, sin embargo, con ocasión de un duelo, y las esclavas los llevaban siempre cortos. A veces recurrían a postizos para aumentar el volumen y también era corriente teñírselo de rubio o de negro.

La cabeza descubierta era la regla general para ambos sexos, pero durante los viajes solía usarse un sombrero plano de rebordes gruesos (pétasos). La gente expuesta al aire libre usaban pilos, piel o capilla de cuero ajustada a la cabeza.

La cosmética conoció un amplio desarrollo entre los griegos; era bien conocida y utilizada por las mujeres en general. Se maquillaban el rostro para hacerlo parecer más blanco o encarnado; y utilizaban varios ungüentos y potingues, además de una amplia gama de perfumes. El rasurado del vello y el arreglo de pies y uñas eran habituales. El maquillaje de los ojos y el peinado eran tareas que llevaban mucho tiempo, pero incluso para permanecer en casa, las mujeres se pintaban cada día, porque era un signo de distinción entre libres y esclavas.

A las diversas cajitas de uso cosmético y frascos destinados a aceites y perfumes sumaba la mujer en su ajuar personal los estuches en donde guardaban sus joyas y, por supuesto, los espejos, que se hacían en bronce, bien pulimentado por una cara, mientras que la otra solía estar decorado con figuras.


De ordinario el hombre griego no llevaba otra joya o adorno que una sortija grabada a modo de sello, que era utilizada para identificar un documento. Las mujeres, en cambio, lucían collares de cuentas, cadenas, aparatosos pendientes, diademas y cinturones, así como brazaletes de oro y plata, generalmente en espiral que se colocaban en las muñecas o por encima del codo. También utilizaban abanicos de tipo japonés y sombrillas muy semejantes a nuestros paraguas.

El calzado griego era muy caro, lo que hacía que sólo lo utilizaran para la calle; en casa siempre andaban descalzos. Muestra una gran variedad. El tipo más común era la sandalia, con una suela de cuero, madera o cuerda, que se sujetaba por medio de correas dejando el pie muy visible. Sin embargo, en invierno y para caminar se utilizaban generalmente calzados cerrados, que llegaban hasta el tobillo o hasta media pierna. Siempre eran planos, pero las mujeres solían introducir una pieza dentro entre el talón y la suela para parecer más altas.

En cuanto a la higiene personal, los griegos tenían un especial cuidado. Los niños aprendían a nadar en el mar o en el río y los pequeños espartanos se bañaban en el Eurotas durante todo el año. Se solían asear en baños cubiertos por lo general calientes. Las mujeres no asistían a ellos en Atenas, pero en las casas había bañeras de barro, de piedra o de ladrillo, así como recipientes más pequeños, de metal o de barro, que se utilizaban para los niños o para aseo de los adultos.

B)ROMA.

Aparte de las modas existentes, las ropas entre los romanos se mantuvieron siempre con unos rasgos fundamentales comunes.

El hombre romano utilizaba ropa interior, a diferencia del griego: un calzón y una camisa de lino. Encima se colocaban una túnica ceñida con un cinturón y adornada con una banda, el clavus. Larga hasta las rodillas, era la prenda que se vestía dentro de casa y en el trabajo. Si hacía frío se colocaban varias o se cubrían con un manto.

Encima de esta ropa, para salir a la calle o presentarse en público, el romano utilizaba la toga, vestido oficial de todo ciudadano romano, tanto pobre como rico. Consistía en una pieza de lana blanca, gruesa en invierno y fina en verano, de forma elíptica y muy complicada de poner. A partir de época imperial, por su complejidad, fue sustituida en ocasiones por vestidos más prácticos que permitían más libertad de movimientos, como capas y capotes, con o sin capucha, o mantos. Según los adornos que se le aplicaban se llamaba:

- Toga pura o toga viril, sin adornos.

- Toga praetexta, con una orla púrpura.

- Toga picta, bordada en oro.

- Toga purpurea, la más solemne, totalmente de púrpura o con algo blanco.


Los esclavos y la gente humilde no llevaban más que la túnica, sin toga encima. De la misma manera ésta estaba prohibida para los extranjeros y para los que habían perdido la ciudadanía.

Las mujeres romanas tenían ropa interior. Esta consistía en una camisa y una fascia pectoralis para sostener el pecho. Encima de esta ropa interior llevaba como vestido una túnica que llegaba a los pies, tan estrecha de arriba como de abajo. Los tejidos más frecuentes eran la lana, el algodón, el lino y, más tarde, la seda.

Sobre la túnica llevaban la stola, vestido también largo, de colores variados, bordado en la orilla y sujeto por un cinturón adornado con joyas, un simple cordón o una cinta con bordados de colores. Por encima lucían un manto o palla, gran pieza de tela cuadrada o rectangular, que cubría la espalda y, a veces, la cabeza.

De la misma manera no dudaban, para acentuar su belleza, en teñirse el pelo, usar varios tipos de pelucas, maquillarse profusamente y adornarse con todo tipo de joyas.

En el calzado no había diferencia entre el hombre y la mujer, salvo en la blandura de la piel y en la variedad de adornos y colores. Había tres tipos de calzados:

- Las sandalias, sujetas con tirillas de cuero entre los dedos y con cintas a las piernas.

- Los zuecos.

- Los calcei, zapatos con lengüeta y cordones que cubrían el pie hasta el tobillo, complemento de la toga.

En cuanto a los adornos, los romanos usaban exclusivamente el anillo, que utilizaban como sello para firmar; en el Imperio, llegaron a ponerse más incluso con piedras preciosas. Las romanas, en cambio, tenían una amplia gama de joyas y ornamentos como hebillas, horquillas, anillos, brazaletes, pendientes, collares, gargantillas y aros para los tobillos, en metales preciosos y con incrustaciones de pedrería de gran valor.

En cuanto al peinado, los antiguos romanos se dejaban crecer la barba y los cabellos. A partir del s.III a.C., por influencia griega comenzaron a cortarse el pelo y a rasurarse la barba; hubo épocas en que estaba de moda afeitarse, incluso la cabeza, y varias veces al día. Las mujeres, por su parte, nunca tuvieron de moda el cabello corto; las jóvenes llevaban el pelo recogido con un nudo en la nuca o en trenzas formando un moño. La complicación de los peinados llegaba a ser grandísima, dedicando la mujer varias horas a tal efecto. La preocupación por el peinado era tal que, cuando se esculpía un busto, el artista tallaba el peinado con una pieza de mármol suelto para poderlo cambiar al variar la moda.

En cuanto a su aseo personal, los romanos eran muy cuidadosos. Dice Séneca que se lavaban todos los días la cara, los brazos y las piernas y tomaban un baño completo cada nueve días, bien en casa o en las termas.


También empleaban tiempo en acicalarse y embellecerse, para lo que disponían de espejos metálicos (no conocían los de cristal), peines de madera, de hueso, de marfil o de plata; y pinzas y agujas para sujetar el peinado y el vestido.

Los productos de belleza, generalmente ungüentos y perfumes, eran muy variados. Usaban aceite perfumado para los masajes después del baño, perfumes para el cabello y el cuerpo y desodorantes para las axilas y los pies. Los había, entre otros, de rosa, azafrán, azucena, lirio, nardo... Asimismo, existían una gran cantidad de cosméticos. La mayoría de las mujeres se pintaban cuando salían de casa, y también los hombres, a veces, se maquillaban los ojos, las cejas y los párpados. Los colores más usados eran el blanco y el rosado. Para disimular las arrugas había un producto hecho con harina de habas mezclada con caracoles secos al sol y pulverizados.

Las romanas, además, se pintaban los labios con, carmín.

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